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martes, 20 de noviembre de 2012

Gracias, no quiero galletitas




Sucesos (laborales) argentinos - Gracias, no quiero galletitas

por Coca Sarlo

Contamos hoy con la colaboración de Coca Sarlo, lectora de este blog, quien ha enviado este artículo. ¡Disfrutenlo!



La memoria no sólo es prodigiosa, sino también impredecible. Y su impredecibilidad, para mí –con independencia de lo que diga la investigación científica- es la característica que la vuelve un fenómeno maravilloso, casi místico. Su impredecibilidad nos dice que en algún rincón de nuestros cerebros siempre estamos alertas: alertas para recordar y alertas, también, para olvidar. La memoria juega mostrando y ocultando cuando quiere y como quiere, a pesar de nosotras mismas.

Por ejemplo: alcanza a veces con una mínima percepción para que se desate toda una andanada de recuerdos que se abate sobre una como un derrumbe. A veces, en cambio, y por más que de ello dependa nuestra vida, somos incapaces de reproducir la más mínima porción de pasado. A mí me pasa tanto una cosa como otra. Pongamos por caso una situación recurrente en mis inviernos. Cuando huelo pan tostado, me resulta imposible impedir que la imagen de mi abuela planchando las camisas de mi papá mientras tomo la leche con tostadas no me asalte desde las profundidades de vaya una a saber qué parte del cerebro. Imposible también me resulta a veces, por ejemplo, recordar las buenas razones por las cuales no debería renegar sistemáticamente de mi educación en la escuela de monjas.


La misma sensación de súbita posesión por el recuerdo y la memoria me asaltó durante la última reunión de TUT a la que tuve que asistir. Las TUT son las reuniones trimestrales a las que todos los empleados de la empresa de servicios en la que trabajo debemos asistir. La sigla la utilizamos para resumir el nombre completo propuesto por el Departamento de Difusión y Promoción Interna (el DIPROINTE) para designar los encuentros interjerárquicos: Todos Unidos Triunfaremos. El nombre tuvo la aceptación inmediata de la alta cúspide, dado que sin importar en qué orden una recordara sus términos, siempre conservaba sus propiedades semánticas. Así, se volvían equivalentes a esa denominación inicial las expresiones “Unidos Triunfaremos Todos”, “Unidos Todos Triunfaremos”, “Triunfaremos Unidos Todos” o “Triunfaremos Todos Unidos”. Las TUT no son reuniones de inducción (ya me referiré a éstas en algún momento), porque ya estamos todos inducidos- o por lo menos eso se supone dado que regularmente la empresa misma se hace cargo del pago de nuestro salario (los no inducidos son fácilmente reconocibles porque están tercerizados). 

Las TUT son reuniones en las que alentados y conducidos por el Presidente de la compañía nos preguntamos qué hacemos mal, qué hacemos bien, cuáles son nuestras oportunidades de mejoras y cuáles han sido nuestras últimas “peoras”.  En las TUT repasamos el posicionamiento de la competencia y nos enteramos de a quiénes tenemos que superar y a quiénes ni siquiera vamos a considerar como adversarios. En definitiva, las TUT son muy instructivas porque cuando salimos de ellas para dar nuestro presente, recibir el obsequio de turno y masticar la empanada contratada, sabemos a ciencia cierta dónde estamos posicionados y sospechamos, a ciencia cierta también, qué es lo que nunca vamos a conseguir.

En la última TUT, decía, me asaltaron súbita e impredeciblemente recuerdos cuando escuché cuáles eran las ideas que desde la Gerencia de Capital Humano (la GECHU) se iban a implementar para que de una vez por todas comprendamos que somos el principal activo de la empresa. Entre las innovaciones que se mostraban en un dinámico ppt, atisbé el ítem “Galletitas”. Léase por tal la intención de la compañía de proporcionarnos diariamente un refrigerio –nominación más adecuada si la secretaria del Presidente hubiera conocido el término-. “Galletitas”: fue suficiente la sola lectura del ítem para que mi memoria pusiera en funcionamiento el andamiaje que me arrojó de lleno al arcón de los recuerdos y me transportó al primer empleo formal que tuve, allá lejos y hace tiempo. En ese entonces, era empleada administrativa en las oficinas de una empresa ensambladora de productos electrónicos en el sur del país. En la oficina radicada en la capital –más precisamente en el barrio de Once- nos encargábamos del papeleo general y de gestionar las cuestiones administrativas vinculadas con la importación de insumos para la ¿producción? nacional. Nada del otro mundo a fines de los ochenta.

En esa oficina por la tarde también nos daban un refrigerio. Pasaba una señora con uniforme y carrito a servirnos té o mate cocido. Y nos traía galletitas. Si éstas eran dulces, podíamos servirnos una. Si eran saladas, dos.

Y, cuando más de veinte años después, volví a escuchar que nos daban galletitas, me acordé.  Me acordé de mis primeras experiencias en el mercado de trabajo. Pero en realidad como la memoria es prodigiosa  -como decía al principio- me acordé mejor. Me acordé de aquello que a pesar de mí misma quieren hacerme olvidar: que cuando en la empresa te obsequian galletitas, en realidad, y como dicen en mi barrio, te quieren dar masita.

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¡Qué dicen cuando dicen lo que dicen!

 

8 comentarios:

  1. Hola Coca,
    La primera parte de tu artículo remontó mi cerebro cual barrilete de barrio a una parte guardada de mi niñez. Lástima el desplome posterior, no por la calidad del artículo, sino por la conclusión.
    Como vos, hace muchos años, en mi primer trabajo formal también nos daban galletitas, con la diferencia que era la empresa misma quien las fabricaba en el barrio de Constitución.
    Las TUT son bastante habituales, aunque el nombre suele ser cambiado para disimular, sin embargo la intención suele ser la misma. Bueno es que te puedas dar cuenta de esa intención y accionar en consecuencia.
    ¡Gracias por compartir!

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    1. Estimado OMM:
      bueno, en tu caso, el consumo de galletitas era casi endogámico. No había pensado en el caso de aquellos que consumen los mismos productos que elaboran!!
      Pero bueno, los productos que producimos pueden ser distintos, pero las vivencias que vivimos (valgan ambas redundancias)son, lamentablemente, similares.
      Saludos!

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  2. siempre te dan masita... y con el servicio de galletitas se ponen altamente sospechosos... iamginate cuando logran llegar al concepto de refrigerio! agarrate

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    1. Estimado Anónimo:
      el tema es que, a lo mejor, no han llegado a la abstracción del concepto, pero en la práctica conviene agarrarse porque tienen una captación preintuitiva bastante aguda!
      Saludos!

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  3. Amiga Coca Sarlo, que decir de tu nota, me hiciste acordar a mi primer trabajo, cuando uno de los dueños teniendome 3 años como pasante me ofrecia como "refrigerio" su palmada y el mote de "Maestro de los maestros"...triste, pero cierto.

    Fue a partir de esa experiencia que me converti en un taliban retributivo y el unico "refrigerio" que cuenta para mi es el dinero contante y sonante, no importa la moneda o la especie, el resto es chachara...

    Se que mi postura es un poco extrema, pero prefiero comprarme las galletitas que me gustan a mi en el quiosko de la esquina antes que me las den en la oficina y me den "masita" a fin de mes en el recibo de sueldo.

    Felicito a los departamentos de recursos humanos por su constante imaginacion extrema y sus innovadores metodos de estimulacion al empleado, sepan que conmigo es facil, paguenme bien a fin de mes!!!

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    1. Estimado Barto:
      me da por decirte "uydió!", los que usan esas expresiones, incluida "master", "campeón" y similares son los peores...
      Los talibanes retributivos podríamos abrir un grupo en féisbuc. Pero, entre nos, creo que aunque nos compremos las galletitas nosotros/as mismos en el quisco, nunca zafamos del todo de las masitas (algunas veces, más secas que otras!)
      Gracias por comentar!

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  4. jajaj, muy realista.

    con tantos recuerdos, siglas y reuniones, recuerdo que una vez una amiga me dijo con respecto a la tan usada frase "el Arte de la guerra", que la palabra "Arte" era muy valiosa como para usarla en ese contexto.

    del mismo modo, creo que "dar masita" debería preservarse para otros ámbitos y no confundirse con estas prácticas empresariales tan poco lúdicas, como lo eran nuestros barrios de juventud.

    ante eventos como el del texto, me siento bastante desvalorado, pero nunca falta uno que ayude a levantar la autoestima con la frase compañera: "pensá que en otros lados no te dan nada". claro, inmediatamente se disipa cuando recordás cuánto gana.

    saludos

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    Respuestas
    1. En nombre de Coca (y a la espera de su respuesta), gracias por el comentario.

      Uff, hay toneladas de frases y términos mal usados y abusados por el contexto empresario. Les debo un post o una sección completa con esto!

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Los comentarios son bienvenidos. Prefiero los seudónimos a los anónimos...

 

El Origen de la Crítica

La formulación de una crítica supone previamente la vivencia de una experiencia desagradable que suscita la queja, ya sea ésta padecida personalmente por el crítico o el resultado de una conmoción por la suerte de otro. Es lo que aquí denominamos la fuente de la indignación. Sin este primer movimiento emotivo, casi sentimental, ninguna crítica puede emprender vuelo. Por otro lado, el espectáculo del sufrimiento no conduce automáticamente a una crítica articulada, ya que necesita un apoyo teórico y de una retórica argumentativa para dar voz y traducir el sufrimiento individual en términos que hagan referencia al bien común.

Boltanski, Luc y Chiapello, Eve. El nuevo espíritu del capitalismo (Madrid, Ediciones Akal, 2010, página 83).

Las Políticas de Management

En la actualidad las políticas de management subjetivan buscando una identidad entre trabajo y vida, entre objetivos personales y objetivos del capital y haciendo que los trabajadores hagan, por sí mismos, algo que al capital ya no le resulta tan sencillo realizar: controlar el uso eficiente de la fuerza de trabajo en función de sus propios objetivos.

Zangaro, Marcela. Subjetividad y trabajo (Herramienta Ediciones, Buenos Aires, 2011, pag. 182).

Enfrentamiento interno

Cuanto más se asciende en la organización más se funde uno con ella, puesto que más que estar dividido entre las exigencias del negocio y los criterios del personal, unas y otros entran en sinergia reforzándose mutuamente [...] El enfrentamiento entre capital y trabajo, que siempre había tenido como campo natural la empresa, pasa a producirse en el interior del individuo, que se debate entre su tendencia a trabajar menos para protegerse y escapar de las exigencias de la empresa, y su inclinación a trabajar cada día más para aumentar sus beneficios y mejorar siempre los resultados.

Auber, Nicole y De Gaulejac, Vincent. El coste de la excelencia. (Paidós Ibérica, Barcelona, 1993, pág. 38).